Alertan de la destrucción acelerada de las unidades de agricultura y ganadería familiar en toda Europa
Expertos apelan por fomentar la transición agroecológica con mejoras que beneficien a los agricultores
Europa ha de caminar hacia un sistema alimentario más seguro y resistente al cambio climático.
Por Carmen Chamorro, directiva del CIP/ACPE, diplomada en Relaciones Internacionales, Diplomacia y Turismo de Negocio.
La alimentación del futuro ha sido la protagonista de una mesa de debate en el Instituto Francés de Madrid, en la que profesionales como Gloria I. Guzmán Casado, experta en Agroecología e Historia Ambiental de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, y Tomás García Azcárate, vicedirector del Instituto de Economía, Geografía y Demografía (IEGD-CSIC), han solicitado a las autoridades competentes ayuda directa para la agricultura y ganadería familiar, ante la destrucción acelerada de las mismas.
La primera idea de la intervención de Tomás García Azcárate ha versado en que no hacen falta más alimentos para alimentar al mundo, sino una mejor distribución de los mismos, junto a los cambios que requiere nuestra dieta para una optimización de las potencialidades. “El papel de Europa no es el de alimentar al mundo, sino de enseñar el camino hacia un sistema alimentario más sostenible, seguro y resistente a las perturbaciones económicas y climáticas”, inició así el debate entre expertos españoles y franceses en la sede del Instituto Francés en Madrid.
En este sentido, la forma más integral de cultivar la tierra implica un cambio de paradigma en una sociedad como la española, muy marcada por sus hábitos de consumo, junto a las resistencias técnicas y psicológicas, que son las más difíciles de enfrentar. El experto del IEGD-CSIC ha propuesto fomentar la transición agroecológica al conjunto de los agricultores, pero con mejoras que les aporten beneficios. Entre las cuestiones más relevantes está la concienciación de la población hacia la agricultura ecológica, esto es: la educación del consumidor y la compra pública. “En Francia, por ejemplo, ambas cuestiones están permitiendo recuperar el sabor de lo auténtico”.
Así las cosas, en este choque cultural, la transición agroecológica requiere de unos conocimientos y una formación donde la automatización del campo y la inteligencia artificial juegan un papel esencial. “En las escuelas de ingenieros agrónomos en España se enseñan aún conceptos basados en una agricultura clásica, convencional, pero no en una agricultura ecológica. Faltan formadores para formar”, denunció Tomás García Azcárate.
Las nuevas tecnologías deben ser un instrumento potente al servicio de la agricultura y respetuoso con el medio ambiente. Por poner un ejemplo, el uso de drones está detectando a la mosca en el olivo, permitiendo intervenir con prevención. “El acompañamiento de la Administración española es fundamental de cara al productor, a través de niveles de una remuneración digna”, reiteró Tomás García Azcárate.
En este mismo orden de asuntos, los expertos han aunado esfuerzos en recordar que existe una estrategia europea y unos reglamentos en torno a la agricultura bio que enmarcan las responsabilidades y las acciones de los Estados miembros. Existe un acuerdo general sobre la necesidad de avanzar hacia una agricultura sostenible, tanto a nivel ecológico como medioambiental. Ciertamente, hay diferencias en las formas de conseguirlo y en el tiempo necesario para alcanzarlo. “El debate real es más bien definir cómo queremos avanzar. Sin la gente, no se avanzará. Si no se cuenta con la ciudadanía, habrá reticencias”, concluyó García Azcárate.
“No hay agua para todo y para todos”
A colación de esta reflexión estratégica, en la que el agricultor español puede ser reacio a adaptarse a las nuevas tecnologías si no se muestran seguros ante el reporte de beneficios, la experta en Agroecología Gloria I. Guzmán Casado hizo alusión al cultivo de productos resistentes a la sequía, sin obviar que hay que velar por la agricultura y ganadería familiar, dado que son quienes contribuyen a cuidar la paz ambiental (estructuras biofísicas, suelo, agua, biodiversidad) y los servicios ecosistémicos que requiere la sociedad.
Según sus propias palabras, estamos asistiendo a una destrucción acelerada de lo que son las unidades de agricultura y ganadería familiar en toda Europa. Para garantizar la seguridad alimentaria de las generaciones futuras, hay que cuidar dos aspectos: los recursos naturales y a la población del medio rural, reconfortados a través de la transición agroecológica. “El cambio es urgente por razones ambientales, de biodiversidad, de emisiones de gases de efecto invernadero, pero también por la salud”, advirtió la experta.
Así las cosas, la urgencia implica trabajar con la gente, los consumidores y los productores. La seguridad alimentaria depende de la dieta. En Europa, EE.UU. y Canadá, el sobreconsumo de alimentos de origen animal es altísimo y compite con la alimentación en el mundo, generando graves problemas.
La esencia del discurso de Guzmán Casado se basó en los retos a los que nos enfrentamos en toda la cadena. En el reparto del agua, tienen que existir criterios ambientales y sociales. Es un bien cada vez más escaso y de menor calidad, lo que acarrea conflictos sociales severos. Desde la Administración española se ha de consensuar con la sociedad la prioridad de qué cultivos van a recibir este recurso. “Es un tema muy candente el del agua y más ahora, con el cambio climático. Desde Alimentta (organización científica y think tank para la transición alimentaria) necesitamos poner la salud de las personas y la viabilidad de los ecosistemas en el centro de la toma de decisiones de toda la cadena alimentaria”.
En este sentido, la experta advirtió que se va a demandar la aplicación de criterios sociales y ambientales en el reparto del agua, así como un seguro destinado a la agricultura familiar. “La gente que depende del campo tiene años en los que no produce nada, y esta situación dramática requiere de una protección”.
La experta Gloria I. Guzmán Casado concluyó su exposición haciendo alusión al ejemplo de Almería, que es la provincia con mayor porcentaje de producción ecológica (entre el 26 % y el 27 %) en toda Europa, y que ha hecho un esfuerzo enorme al sustituir los químicos por componentes biológicos. “Hay que poner en valor el esfuerzo que ha hecho y los resultados que arroja. Si bien, Almería manifiesta dos problemas: el tema del plástico y la posibilidad de que las coberturas también sean fotovoltaicas y no ocupen más territorio”, aseveró.
En las conclusiones de las diferentes ponencias, los expertos reconocieron la necesidad de incrementar las campañas de promoción de una agricultura ecológica limpia, nutritiva y saludable.