8M: ¿Por qué las mujeres marchan cada 8 de marzo?
Vivir sin violencia y el respeto a los derechos, una de las razones por las que las mujeres se movilizan

Cada 8 de marzo millones de mujeres salen a las calles de distintas ciudades de México y el mundo para marchar por el Día Internacional de la Mujer. Mareas moradas con verde y algunos otros colores se ven por doquier, la unidad y sororidad emergen de manera sorprendente, pues es una fecha que marca un recordatorio de las luchas que ellas han llevado a cabo a lo largo de la historia por sus derechos.
El origen de este día se remonta a principios del siglo XX, cuando las mujeres luchaban por la igualdad salarial y mejores condiciones laborales, y su relevancia sigue siendo tan crucial hoy como en ese entonces. En México, la disparidad salarial sigue siendo un problema significativo: las mujeres ganan, en promedio, un 16% menos que los hombres. Este es solo uno de los muchos factores que perpetúan la desigualdad de género en todos los aspectos de la vida social y económica.
La marcha del 8M: un hito de participación
En México, las marchas de 2020 (en plena pandemia de COVID-19, aunque aún no había aislamiento en el país) fueron una manifestación de la creciente indignación y deseo de cambio de miles de mujeres que salieron a las calles, exigiendo respuestas frente a la violencia de género, la impunidad y la desigualdad; así como los feminicidios que se cuentan por al menos una decena diaria.
La marcha de 2020 en la Ciudad de México fue un hito histórico, con la participación multiplicada por diez con respecto al año anterior. Alrededor de 80 mil mujeres se movilizaron en la capital para exigir justicia y visibilizar los problemas que enfrentan a diario. A pesar de la magnitud de la movilización, el panorama sigue siendo preocupante, pues el nivel de violencia y las brechas de género persisten con una alarmante normalización de la violencia contra las mujeres en el país.
Desigualdad laboral y economía doméstica no remunerada
Uno de los aspectos más destacados es la carga de trabajo no remunerado que asumen las mujeres en el hogar. En promedio, las mujeres mexicanas destinan 40 horas semanales a las labores domésticas y de cuidado, mientras que los hombres solo dedican 16 horas. Este trabajo invisible y no remunerado sería el sector más grande si se contara como una actividad económica, aportando una cuarta parte del Producto Interno Bruto (PIB) del país.
Además, la participación femenina en el mercado laboral sigue siendo baja. A pesar de que el empleo creció en 2023 gracias a las mujeres, solo el 46% de ellas está empleada o en busca de empleo, muy por debajo del 76% de los hombres. Este hecho refleja la profunda desigualdad y las dificultades estructurales que enfrentan las mujeres para acceder a trabajos remunerados en condiciones justas.
El 8 de marzo también pone de manifiesto la necesidad urgente de autonomía económica para las mujeres. A pesar de los avances, muchas mujeres siguen dependiendo de fuentes externas, como programas sociales o remesas familiares, debido a la falta de ingresos propios. Esta dependencia afecta su libertad y capacidad para tomar decisiones importantes en su vida. Según datos, una de cada cuatro mujeres en México no tiene ingresos propios, lo que las hace más vulnerables a situaciones de abuso y control.
Acción colectiva
La marcha del 8 de marzo también refleja un fenómeno social más profundo. El sentimiento de indignación y enojo ante la violencia de género, la desigualdad y la falta de justicia ha impulsado a muchas mujeres a unirse al movimiento. Las marchas han sido históricamente un espacio para la manifestación colectiva de emociones negativas, como el dolor y la frustración, que al mismo tiempo se transforman en solidaridad y lucha por un cambio estructural.
El Día Internacional de la Mujer sigue siendo una fecha clave para visibilizar las luchas que aún enfrentan las mujeres, pero también para reconocer sus logros. La participación masiva en las marchas del 8 de marzo demuestra que el feminismo ha logrado un nivel de conciencia global que ha convertido las demandas de igualdad en un llamado universal a la justicia.
Sin embargo, las marchas también nos recuerdan que aún queda mucho por hacer. Las mujeres siguen enfrentando obstáculos estructurales profundos que limitan su participación plena en la sociedad. Desde la violencia de género hasta la disparidad salarial, pasando por la falta de acceso a trabajos dignos y condiciones de maternidad adecuadas, las demandas siguen siendo claras y urgentes.
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