Corrupción e impunidad: la historia de Alejandro Rocha, víctima del crimen organizado en Neza

Alejandra Jiménez 15 enero, 2025

A un año del asesinato de su hijo, Alejandro Rocha, Lidia Espinoza desafía un sistema marcado por la violencia en búsqueda de justicia

 ©Especial - Alejandro Rocha tenía 18 años cuando perdió la vida durante un ataque a un bar a donde acudió a trabajar.

La noche del 5 de noviembre de 2023 marcó un antes y un después en la vida de Lidia Espinoza Vargas, una madre originaria de Nezahualcóyotl, Estado de México. Su hijo, Alejandro Rocha Espinoza, de tan solo 18 años, fue asesinado a balazos en un bar de la localidad. Lo que comenzó como un incidente trágico pronto se convirtió en un caso emblemático de impunidad y corrupción.

Una noche de tragedia

Alejandro era un joven trabajador y lleno de sueños. A su corta edad, era propietario de una pequeña barbería que había conseguido abrir con ayuda de su madre. Aun así, no dejaba de lado su sueño de cantar, y fue justamente esa pasión la que lo llevó al Praga Club, un bar que se ostentaba como familiar, ubicado sobre la avenida Texcoco en su cruce con la calle Moneda. Junto con su amigo Irving, se presentaría esa noche para tocar.

Sin embargo, en un giro inesperado, un grupo de hombres armados arribó al lugar y abrió fuego contra los jóvenes que ahí se divertían. Dos personas murieron: el encargado del lugar y Alejandro Rocha, quien recibió cuatro disparos, dos en el abdomen y dos en los pulmones. Los atacantes huyeron, y poco se sabe de ellos hasta el momento, pues las investigaciones continúan empantanadas por el desinterés y la revictimización de Alejandro, a quien las autoridades han acusado de narcomenudista.

De ese fatídico día, Lidia recuerda que nunca recibió una llamada para alertarla. Fue su instinto lo que la llevó a salir por la noche a buscar a su hijo, pues no era habitual que Alejandro llegara tarde. Lo peor que podía imaginar se materializó al llegar al lugar: las autoridades ya habían acordonado el área y le impidieron entrar. Un policía le solicitó una fotografía de Alejandro para confirmar si entre las víctimas del tiroteo estaba su hijo. Así fue.

El dolor de Lidia comenzó desde ese momento. Sin embargo, lo que siguió después de la pérdida fue una lucha interminable contra un sistema que, lejos de brindarle apoyo, le cerró las puertas. Cada día, al despertar, Lidia enfrenta no solo el vacío dejado por su hijo, sino también el desafío de buscar justicia en un entorno hostil.

Corrupción e impunidad: los enemigos de la justicia

El caso de Alejandro quedó marcado por irregularidades desde el principio. Lidia relata que las autoridades encargadas de la investigación revictimizaron a su hijo, acusándolo de vender narcóticos y pretendiendo cerrar el caso de inmediato. Al cuestionar estos errores, comenzó a enfrentar retrasos injustificados y una actitud indiferente por parte de los funcionarios.

“Tuve serios problemas con el comandante Ricardo Julio Mata y con el MP, Jesús Daniel, porque me amedrentaron, me intimidaron. El comandante me habló con groserías, me dijo que aquí era de ‘ponerle muchos’, y que se veía que yo no los tenía”, asegura Lidia.

Lidia descubrió que el Praga Club había recibido amenazas de extorsión en múltiples ocasiones; que su dueño, a quien identifica como “Brandon”, es parte de una célula criminal que extorsionaba negocios en la zona. Esta situación podría haber sido un detonante del ataque, pues asegura que el encargado del bar, también asesinado esa noche, conocía a los sicarios que consiguieron huir. Hasta ahora, nada se sabe de ellos.

“Después me entero de que en ese bar se vendía droga. Ya había habido un feminicidio anteriormente, cuando un muchacho mató a su novia, pero el bar sigue abierto al público. Se ostentaba como un bar familiar. Mi hijo nunca había asistido a ese lugar”, lamenta Lidia.

Desde entonces, ha enfrentado una serie de obstáculos que evidencian un entramado de corrupción: desaparición de pruebas, manipulación de testigos y amenazas veladas. Además, señala que “Brandon” es compadre del comandante Ricardo Julio Mata, quien llevaba su caso y obstaculizó las investigaciones.

“La Fiscalía no me ha querido hacer justicia. Me han tratado mal, me han humillado, me han amedrentado, me han hablado con groserías. Yo no sé por qué estos funcionarios públicos siguen en funciones. El comandante debería haber sido despojado de placa y pistola. Al fin que delinquir lo sabe hacer, porque está coludido con todos ellos”.

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Una lucha que trasciende

A pesar de los intentos por silenciarla, Lidia ha encontrado apoyo en el colectivo Por Nuestros Hijos, una red de respaldo que la ha impulsado a continuar en la búsqueda de justicia. Lidia ha levantado la voz y tocado puertas en distintas instancias gubernamentales. Su caso ha puesto en evidencia las fallas del sistema judicial y la vulnerabilidad de las víctimas.

Una herida abierta

Mientras el caso de Alejandro sigue sin resolverse, el dolor de Lidia permanece intacto. Pero su fortaleza también sigue en pie. Con cada acción, desafía un sistema que muchas veces parece estar diseñado para proteger a los poderosos y olvidar a las víctimas.

El camino hacia la justicia es largo y está lleno de obstáculos, pero la determinación de Lidia es inquebrantable. El peso de su lucha no solo recae en el ámbito legal, sino también en el emocional. Aunque algunas noches el dolor parece insoportable, encuentra consuelo en el recuerdo de Alejandro y en la certeza de que está haciendo lo correcto.

 ©Especial

Reflexión final

El caso de Alejandro Rocha no solo es un recordatorio de los estragos que la violencia causa en la sociedad, sino también de la urgente necesidad de transformar las instituciones encargadas de impartir justicia. Detrás de cada estadística hay rostros, nombres y familias que no deberían ser olvidados.

Su historia trasciende las fronteras de Nezahualcóyotl y es un ejemplo del camino que muchas familias siguen para exigir lo que les corresponde: justicia y verdad.

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