La polémica entrevista a Porfirio Díaz que encendió la Revolución
El 3 de marzo de 1908, el entonces presidente de México emitió declaraciones muy interesantes acerca de la vida política del país, que le dieron alas a muchos
Este 20 de noviembre se conmemora el aniversario número 114 de la Revolución Mexicana, un conflicto que marcó la historia del país debido a las disputas bélicas libradas por personajes reconocidos, cuya influencia en la historia es de vital importancia para comprender la construcción de este país.
El conflicto estalló por una gran variedad de motivos, como la desigualdad social, las crisis económicas durante el mandato de Porfirio Díaz, y por supuesto, el levantamiento en armas de diversos grupos que se oponían al régimen en turno.
La entrevista que encendió la chispa
Sin embargo, uno de los motivos más particulares por los cuales el pueblo mexicano decidió que era el momento de luchar por sus derechos, fue la publicación de una entrevista realizada a Díaz por el periodista canadiense James Creelman, donde el mandatario mexicano reveló algunos puntos importantes acerca de la vida política del país, sin pensar en las consecuencias de tal acción.
Todo sucedió en el castillo de Chapultepec, la entrevista fue publicada en inglés para Pearson’s Magazine, mientras que la versión en español sería imprimida en el periódico El Imparcial. En el texto, se puede leer la opinión del entonces presidente respecto a la vida política del país, su mandato y, por supuesto, si México estaba listo para una democracia.
“He aguardado durante muchos años pacientemente, a que el pueblo de la República estuviera preparado para elegir y cambiar el personal de su Gobierno, en cada período electoral, sin peligro ni temor de revolución armada y sin riesgo de deprimir el crédito nacional o perjudicar en algo el progreso de la Nación, y hoy presumo que ese tiempo ha llegado ya.”, declaró Díaz a Creelman.
Esperanzas democráticas
Estas palabras, publicadas en 1908, quedarían marcadas en la historia de México, dos años antes de las votaciones para elegir al nuevo presidente de la república. Naturalmente, las impresiones de los lectores fueron diversas. Por ejemplo, impulsaron a varios interesados a postularse en una contienda democrática por la silla del águila. Uno de ellos fue Francisco I. Madero, quien había escrito el libro La sucesión presidencial de 1910, como respuesta a de la entrevista a Díaz.
Sin embargo, así como algunas personas dicen algo y luego hacen una cosa totalmente diferente, el ex General de Brigada volvió a postularse para ocupar la presidencia por otro rato. Fue entonces cuando Madero decidió viajar al rededor del país para promover un discurso de democracia. Fue el 15 de abril de 1910 cuando se llevó a cabo la convención de los clubes antirreeleccionistas, donde los 200 delegados eligieron como candidatos a la presidencia al propio Francisco I. Madero, y a Francisco Vázquez Gómez.
La reacción del régimen
Naturalmente, Díaz encarceló a los líderes de los clubes antirreeleccionistas, hubo reprimendas en contra de los periódicos que apoyaran la no reelección, y fue usado el poder policial para disolver las asociaciones en contra del Porfiriato. Incluso arrestaron a Madero, quien estuvo encarcelado durante las elecciones de 1910 —donde el dictador volvió a ganar—.
En palabras del historiador José María Luján “el régimen estaba carcomido; se caía, no de ineficacia, no de ineptitud, sino de falta de transformación. Díaz había cambiado el país; Díaz había hecho la paz —la paz de los sepulcros o la paz porfiriana—, pero la paz; y en los treinta años de pacífico gobierno habían surgido nuevos hombres, nuevas tendencias, nuevas ambiciones: un México nuevo, en suma, distinto por completo al México de la Chinaca.”
Poco después de su detención, Madero logró fugarse mientras estaba siendo trasladado a San Luis Potosí, para después publicar el Plan de San Luis, donde convocaba al pueblo a tomar las armas el 20 de noviembre.
La Revolución comenzó sin fuerza. Sin embargo, con el paso del tiempo, se extendió entre el hartazgo y enojo general de la sociedad, para que a principios de 1911, se firmaran los Tratados de Ciudad Juárez, donde Díaz finalmente renunció a la presidencia.
Para el historiador Eduardo Blanquel, el testimonio de Díaz ante Creelman tenía la intención de dejarlo bien parado. “Para salvar su obra y justificar sus métodos el presidente tenía que decir lo que dijo. Tenía que verse a sí mismo como el último de los hombres necesarios en la historia de México.”
Lo demás ya es historia.