La verdad de los custodios: la vida de los invisibles del sistema penitenciario mexicano
Andrés Estrada cuenta la historia de los custodios del sistema penitenciario de México, el trabajo con el que nadie sueña
Durante años, el debate público sobre las cárceles en México se ha centrado casi exclusivamente en las personas privadas de la libertad: el hacinamiento, la corrupción, la violencia, el crimen organizado y la falta de reinserción social. Sin embargo, existen figuras claves que permanecen en la sombra: los custodios penitenciarios, trabajadores que viven atrapados entre la ley, la precariedad laboral y el sistema penitenciario.
Esa es la premisa que guía el trabajo de Andrés Estrada, periodista que decidió contar las historias de quienes vigilan los penales desde dentro en La verdad de los custodios, su nuevo libro. En su aproximación no busca justificar abusos ni negar prácticas ilegales, más bien entender el engranaje humano que sostiene al sistema penitenciario.
La investigación surgió de manera fortuita cuando coincidió con un custodio en un hospital público en Iztapalapa. A partir de una charla informal, surgió la inquietud de narrar la vida de un personaje casi inexistente en el discurso: el custodio como individuo, con familia, miedos y contradicciones. Esa anécdota se convirtió en La verdad de los custodios, un libro construido con testimonios de custodios activos, retirados y otros protagonistas penitenciarios.
El trabajo con el que nadie sueña
Una de las conclusiones más contundentes del trabajo es que nadie aspira a ser custodio. No es una vocación infantil ni un proyecto de vida, sino una salida laboral forzada por la falta de opciones. Muchos llegan tras fracasar en otros oficios o después de haber sido policías. Una vez dentro, descubren un empleo absorbente: turnos interminables, salarios precarios y hasta la necesidad comprar sus propios uniformes y equipo básico.
La precariedad económica empuja a muchos a complementar su ingreso con prácticas normalizadas dentro de los penales: cobros por introducir objetos, permitir privilegios o simplemente “voltear a otro lado”. Quienes se niegan, explican los testimonios, enfrentan hostigamiento laboral, cambios arbitrarios de adscripción o castigos disfrazados de comisiones, como enviarlos a torres de vigilancia sin relevo, ni alimentos.
Entre amenazas y colusión
El libro documenta cómo los custodios operan bajo una lógica de “o le entras o le entras”. Algunos se integran al sistema de corrupción para sobrevivir; otros son obligados bajo amenazas directas contra ellos o sus familias. También existen quienes intentan mantenerse al margen, aunque eso los convierte en blancos de aislamiento y violencia institucional.
Andrés subraya que el crimen organizado es quien realmente manda dentro de los penales. El dinero define jerarquías: internos con recursos controlan estancias de lujo, manejan negocios ilegales y ejercen poder sobre custodios y autoridades. La colusión no se limita a los guardias; personal administrativo, técnico e incluso áreas como psicología han sido señaladas por facilitar el ingreso de objetos prohibidos.
Víctimas y victimarios del mismo sistema
Uno de los ejes centrales del relato es la idea de que custodios e internos son víctimas del mismo sistema. Ambos están atrapados en una estructura que reproduce violencia, corrupción y estigmatización. Los custodios desarrollan afectaciones físicas y psicológicas, incluyendo lo que especialistas denominan “trauma vicario”: un desgaste emocional derivado de convivir con el sufrimiento de otros.
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