Caso Adidas: ¿Qué es la apropiación cultural? La moda que empobrece a las culturas originarias
No es inspiración, es despojo: el caso Adidas que revive el debate sobre apropiación cultural

En los últimos días, el nombre de Villa Hidalgo, Oaxaca ha resonado en titulares internacionales. El motivo: la polémica en torno a la marca Adidas y el diseñador Willy Chavarría, quienes presentaron "Oaxaca Slip On", un modelo de calzado “reinterpretado” a partir de los huaraches tradicionales de la comunidad, sin autorización, reconocimiento ni reparto de beneficios económicos.
Este caso, lejos de ser aislado, revive un debate urgente: ¿cuándo la moda deja de ser inspiración y se convierte en apropiación cultural? Y, sobre todo, ¿qué consecuencias tiene para las comunidades que originan estos saberes?

Apropiación cultural: moda, poder y desigualdad
El concepto no es nuevo. Usar prendas o símbolos de otras culturas —desde un keffiyeh palestino hasta un kimono japonés— no es necesariamente un problema. El conflicto surge cuando el grupo dominante toma elementos de una cultura históricamente marginada, los comercializa y obtiene prestigio o ganancias, sin reconocer ni retribuir a la comunidad de origen.
Ejemplos abundan: en 2013, Katy Perry se presentó vestida de geisha en los American Music Awards, convencida de rendir homenaje a la cultura japonesa. Sin embargo, miembros de la comunidad asiática en EE.UU. criticaron la actuación por reforzar estereotipos de pasividad femenina.
Como explica Nancy Wang Yuen, socióloga y autora especializada en raza y representación, la apropiación cultural es más dañina cuando existe un desequilibrio de poder, pues el grupo dominante “denigra la cultura minoritaria mientras se beneficia de ella o la tergiversa”.

México: entre el homenaje y el despojo
En nuestro país, el debate ha cobrado fuerza con casos que involucran a marcas como Zara, Louis Vuitton o Carolina Herrera, señaladas por copiar patrones y bordados indígenas sin permiso.
El estado de Hidalgo tampoco es la excepción. Los Tenangos de Doria, bordados otomíes que representan flora, fauna y escenas cotidianas, han sido replicados en bolsos, vestidos y zapatos vendidos desde mercados locales hasta boutiques internacionales, sin compensar a sus autores.
La reforma constitucional de 2024, que reconoce la propiedad intelectual de los pueblos indígenas, abre la puerta a sanciones. Sin embargo, la práctica persiste y sigue vulnerando la dignidad, identidad y autonomía cultural de las comunidades.

¿Apropiación o apreciación?
La Enciclopedia Británica define la apropiación cultural como “la adopción de elementos de una cultura minoritaria por parte de una cultura dominante de manera explotadora, irrespetuosa o estereotipada”.
Por el contrario, la apreciación cultural implica respeto genuino, colaboración y retribución a la comunidad. La inspiración —cuando un artista toma influencias para crear algo nuevo sin copiar ni explotar— es otro concepto distinto.
El problema surge cuando las marcas justifican la apropiación como “homenaje” o “reinterpretación” mientras generan ganancias millonarias sin devolver nada a los creadores originales.

La delgada línea en un mundo globalizado
En la moda, el maquillaje o incluso el lenguaje, la apropiación cultural ha sido normalizada. El ejemplo del “fox eye” —una tendencia de maquillaje popularizada por celebridades como Kendall Jenner o Bella Hadid— ilustra cómo un gesto históricamente usado para burlarse de la comunidad asiática puede transformarse en estética aspiracional… hasta que la comunidad afectada alza la voz.
La organización Dear Asian Youth lo resume así: “Nuestros ojos solo se convirtieron en tendencia cuando los blancos decidieron que encajaban con su estética, ignorando el racismo que hemos enfrentado”.

¿Cómo identificar la apropiación cultural dañina?
Pregúntate:
¿Estoy respetando a esta cultura?
¿Su gente podría sentirse ofendida?
¿Es un interés genuino o solo una moda pasajera?
El respeto implica informarse, pedir permiso y compensar justamente. Las culturas originarias no son souvenirs ni inspiración gratuita: son memoria viva, resistencia y patrimonio.
Un problema que exige justicia
Cuando un diseño, canto, bordado o receta nacida del ingenio de una comunidad se convierte en mercancía sin permiso ni reconocimiento, se comete un despojo cultural.
En un país donde el traje, la música, el bordado y el calzado son símbolos de cosmovisiones ancestrales, protegerlos no es un capricho, es un acto de justicia.
La apropiación cultural no es una simple “tendencia”. Es una forma de colonización contemporánea. Y mientras no exista responsabilidad, respeto y redistribución, seguirá empobreciendo cultural y económicamente a quienes históricamente han sido los guardianes de estas tradiciones.
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