La enigmática última voluntad del papa Francisco bajo la sombra de Benedicto XVI

Redacción 21 abril, 2025

Tras la renuncia de Joseph Ratzinger, Jorge Mario Bergoglio se impuso como deber morir en funciones

Francisco y su última voluntad
 ©Cuartoscuro (Archivo) - Francisco y su última voluntad

El papa Francisco, fallecido este 21 de abril a los 88 años, dejó como última voluntad no renunciar jamás al pontificado, pese a su delicado estado de salud y las recomendaciones médicas. Fue su manera de evitar que la Iglesia tuviera dos papas eméritos vivos de forma consecutiva.

Durante más de una década, el papa argentino convivió bajo la sombra del papa emérito Benedicto XVI, quien renunció en 2013, hecho que propició la elección de Jorge Mario Bergoglio. Aunque ambos líderes representaban visiones distintas del catolicismo, mantuvieron una relación cordial y estratégica, decididos a proteger la unidad de la Iglesia frente a las crecientes polarizaciones internas.

Tener a Ratzinger cerca era como poder pedir consejo a un abuelo sabio”, decía Francisco, aunque apenas se llevaban ocho años de edad.

Durante años, las representaciones diplomáticas del Vaticano colgaron en sus muros los retratos de ambos pontífices, reflejo de una convivencia inédita que, aunque leal, alimentó confusión entre fieles y clérigos. Esta ambigüedad permitió que los sectores más conservadores pusieran en duda la legitimidad del papado de Francisco, pese a los reiterados gestos de obediencia de Ratzinger hacia su sucesor.

Francisco afrontó fuertes tensiones internas, escándalos de abuso sexual y resistencias a sus reformas, especialmente desde los sectores afines al papa alemán. Mientras que el monasterio donde vivía Benedicto fue visto como refugio de la vieja guardia vaticana, la residencia de Francisco, en Casa Santa Marta, simbolizaba el intento de renovación.

VIDEO: Muere el papa Francisco

A pesar de que en los últimos años circularon rumores sobre su posible renuncia, el pontífice argentino decidió morir en funciones. Su última aparición pública fue a bordo de su Papamóvil blanca, un simbólico recorrido por la Plaza de San Pedro que se ha interpretado como su despedida final.

Su determinación de continuar al frente de la Iglesia, incluso enfermo, fue leída como un acto profundamente ortodoxo: el deseo de evitar que la figura del papa emérito se normalizara como precedente.

En vida, Francisco fue visto como un reformista, mientras que Ratzinger encarnaba la ortodoxia. Paradójicamente, fue Benedicto quien rompió con siglos de tradición al renunciar; Francisco, en cambio, eligió morir siendo papa.

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