Trump vs. las pandillas: Por estos tatuajes las personas pueden ser detenidas y deportadas
Expertos y defensores de derechos civiles cuestionan el uso de tatuajes como prueba central para vincular a migrantes con pandillas como el Tren de Aragua

En el segundo mandato del presidente Donald Trump, las autoridades migratorias de Estados Unidos han intensificado la deportación de migrantes, especialmente venezolanos, valiéndose de tatuajes como indicios clave de presunta afiliación con pandillas, en particular con la megabanda conocida como el Tren de Aragua.
Abogados defensores y especialistas en pandillas señalan que esta estrategia ignora décadas de protocolos legales y policiales, en los cuales los tatuajes nunca han sido considerados pruebas concluyentes de criminalidad.
Para muchos críticos, se trata de un uso alarmante de elementos estéticos y culturales que, en contextos migratorios, terminan por traducirse en criminalización sin evidencias suficientes.
Tatuajes como detonante de detenciones
El caso de Daniel Ramírez Medina, detenido en 2017 durante el primer mandato de Trump por un tatuaje con una estrella y la inscripción “La Paz – BCS”, fue un antecedente. Aunque un juez determinó que la imagen aludía a su lugar de nacimiento, Ramírez pasó seis semanas en un centro de detención.
Hoy, una política similar ha derivado en la expulsión de más de 200 migrantes venezolanos a El Salvador, donde fueron recluidos en el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot). La mayoría fue deportada sin audiencia judicial previa, bajo la invocación de una ley de 1798 para expulsar enemigos extranjeros en tiempos de guerra.

El gobierno argumenta que los tatuajes de coronas, relojes, estrellas o figuras relacionadas con el baloncesto —como el número 23 de Michael Jordan o logos similares al del Real Madrid— son símbolos de pertenencia al Tren de Aragua (TdA), una banda criminal originaria de Venezuela.
Sin embargo, expertos en crimen organizado aseguran que el TdA no exige tatuajes para identificar a sus miembros, a diferencia de pandillas como la MS-13.
“No están en sus códigos. No es como en Centroamérica o con las maras”, explicó Ronna Rísquez, periodista especializada y autora de “Tren de Aragua, la banda que revolucionó el crimen organizado en América Latina”.
Una estrategia sin precedentes
La actual administración Trump ha respaldado estas detenciones con una “Guía de validación de enemigos extranjeros”, en la cual un sistema de puntaje designa a una persona como pandillero si acumula al menos ocho puntos. Cuatro pueden ser adjudicados por tatuajes y otros cuatro por portar ropa, logos o imágenes asociadas al TdA.
Uno de los casos más mediáticos es el de Jhon Chacín, un tatuador venezolano sin antecedentes penales. Su familia lo reconoció en videos difundidos por el gobierno salvadoreño: rapado, encadenado y custodiado por agentes encapuchados.
Entre sus tatuajes hay una flor, relojes, calaveras, nombres de familiares y un búho.
“Lo acusaron de pertenecer a una banda por tener muchos tatuajes”, relató su hermana, Yuliana Chacín.
Otro deportado, Jerce Reyes Barrios, fue identificado como miembro del TdA por un tatuaje de una corona sobre un balón de fútbol con la palabra “Dios”.
Según su abogada, el diseño imita el logo del Real Madrid, su equipo favorito. Reyes, exfutbolista profesional, solicitaba asilo en EE.UU. cuando fue detenido.
La visión desde la justicia penal
Aunque algunos tatuajes pueden tener valor indiciario, autoridades judiciales y policiales coinciden en que por sí solos no constituyen pruebas sólidas.
“Un tatuaje nunca debe ser el único motivo para presentar cargos penales”, advirtió Joseph Kenny, jefe de detectives del Departamento de Policía de Nueva York.
Según datos recientes, de los 13 mil 304 presuntos miembros de pandillas identificados en Nueva York, solo 78 están vinculados con el TdA o su grupo afiliado, Los Diablos. En la mayoría de los casos, la validación como miembro de pandilla requiere múltiples criterios, como historial delictivo, declaraciones de informantes y vigilancia prolongada.
“Los tatuajes son apenas un elemento dentro de una miríada de circunstancias”, aclaró Ryan Brackley, fiscal del condado de Arapahoe, Colorado. “¿Vamos a basar nuestras decisiones únicamente en un tatuaje? Es muy, muy improbable”, añadió.
John Colello, de la fiscalía de Los Ángeles, detalló que bandas como la MS-13 o los Crips utilizan símbolos fácilmente identificables, como las siglas “MS” o “98 M”. Pero también subrayó que la presencia o ausencia de tatuajes no determina la pertenencia a un grupo criminal.
Impacto humanitario
Entre los migrantes deportados se encuentran personas sin antecedentes penales, como Edwuar Hernández Herrera, quien migró desde Venezuela en 2023. Su madre, Yarelis Herrera, denunció que fue detenido por tener tatuado el nombre de su hija entre dos espigas. “Que lleve tatuajes no lo hace un criminal”, declaró.
Organizaciones como The Bronx Defenders señalan que estos casos son ejemplos claros de estigmatización: “Un tatuaje que en un suburbio estadounidense no causa alarma, llevado por un migrante latinoamericano se convierte en signo de criminalidad”, afirmó Karla Ostolaza, directora del grupo.
Funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional han insistido en que los tatuajes no son el único factor considerado. Sin embargo, documentos judiciales y declaraciones de abogados muestran que las marcas corporales han sido utilizadas repetidamente para justificar arrestos y expulsiones.
¿Una política sostenible?
Trump ha defendido las deportaciones argumentando que los expulsados forman parte de un “grupo peligroso” y que “pasaron por un riguroso proceso de investigación”. Pero abogados de migración y organizaciones civiles alertan que esta estrategia puede llevar a errores graves, criminalizando a personas por su apariencia sin pruebas contundentes.
La discusión sobre el uso de tatuajes como herramienta de identificación de pandillas permanece abierta, especialmente ante la complejidad de fenómenos como el desplazamiento forzado, la cultura juvenil y el derecho al debido proceso.
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