Gentrificación, xenofobia y migración: las claves del debate urbano en México
El encarecimiento de las colonias céntricas y el desplazamiento de vecinos originales alimentan discursos de exclusión y xenofobia

Durante la última década, colonias como Roma, Condesa, Juárez, Escandón y Narvarte han experimentado un cambio acelerado: nuevos cafés, coworkings, gimnasios boutique, remodelaciones constantes y, sobre todo, rentas que se han disparado hasta en un 80%.
Este proceso no es nuevo ni exclusivo de la capital mexicana. Se trata de un fenómeno global llamado gentrificación, que ocurre cuando zonas tradicionalmente habitadas por clases medias y populares comienzan a atraer a personas con mayor poder adquisitivo, lo que incrementa el valor de los inmuebles, desplaza a residentes originales y transforma la vida barrial.

Según Luis Alberto Salinas Arreortua, investigador del Instituto de Geografía de la UNAM, la gentrificación en México responde a factores como:
Ubicación estratégica de los barrios históricos.
Atractivo cultural y arquitectónico de la ciudad.
Inversión inmobiliaria desregulada.
Auge de plataformas como Airbnb, que convierten la vivienda en negocio turístico.
La consecuencia directa es la migración forzada de miles de capitalinos a zonas periféricas con menor conectividad, menos servicios y mayores tiempos de traslado.
El turismo digital y los nuevos residentes: oportunidad económica o amenaza social
Después de la pandemia, México se volvió uno de los destinos predilectos para los llamados nómadas digitales: trabajadores remotos, emprendedores y freelancers de origen extranjero, sobre todo de Estados Unidos, Canadá, Alemania y Francia.
Las razones son claras: bajo costo de vida, clima templado, conectividad digital, buena gastronomía y diversidad cultural. Según estimaciones del Gobierno de la CDMX, la llegada de estos nuevos habitantes genera una derrama económica de hasta 1,400 millones de dólares al año.

Pero no todo es positivo. Estos nuevos residentes suelen pagar en dólares y rentar por plataformas temporales, lo que ha transformado departamentos residenciales en alojamientos turísticos, empujando los precios al alza y afectando la disponibilidad de vivienda para la población local.
Según la jefa de Gobierno electa de la CDMX, Clara Brugada, urge regular el modelo de renta temporal: “No se trata de rechazar a quienes vienen, sino de garantizar el derecho a la vivienda para quienes aquí nacieron y han vivido toda su vida”.
Xenofobia: cuando el miedo al “otro” sustituye al análisis
En medio del malestar social, han comenzado a circular discursos peligrosos: rechazo abierto a los extranjeros, insultos en redes, agresiones verbales y pintas en la vía pública que piden la expulsión de “gringos” y personas blancas.
Esto es xenofobia, definida como el rechazo o miedo hacia personas extranjeras, motivado por prejuicios culturales, raciales o económicos. No se trata solo de insultos: es un fenómeno social que puede escalar a la violencia si no se detiene.
La presidenta Claudia Sheinbaum hizo un llamado enérgico:
“México ha sido siempre un país solidario, que recibió a exiliados españoles, migrantes sudamericanos y miles de personas en situación de riesgo. No permitiremos que discursos de odio sustituyan al debate legítimo sobre vivienda”.
La xenofobia, además de ser moralmente inaceptable, es contraproducente: ahuyenta inversión, genera incertidumbre y promueve la polarización social. Como advirtió el analista Edgar Angulo Rosas:
“El extranjero no es el problema. El enemigo es el miedo y la ignorancia”.
¿Quién puede vivir en la ciudad? El derecho a habitar en disputa
La tensión entre gentrificación, migración y xenofobia ha hecho visible una pregunta central: ¿quién tiene derecho a vivir en el centro de las ciudades?
El acceso a una vivienda digna y bien ubicada se ha convertido en un lujo cada vez más inalcanzable para jóvenes, familias trabajadoras y comunidades originarias.
Mientras tanto, los desarrollos inmobiliarios continúan creciendo, sin límites claros. En los últimos ocho días, la discusión pública se ha centrado en:
La falta de regulación efectiva a plataformas como Airbnb.
La ausencia de vivienda asequible en zonas centrales.
El papel pasivo de las autoridades locales ante los abusos inmobiliarios.
La necesidad de una ley de vivienda justa que priorice el arraigo.
¿Cómo evitar la exclusión sin caer en el odio?
Expertos y activistas han propuesto medidas que permiten conciliar el crecimiento urbano con el bienestar colectivo:
Regular los alquileres temporales, como en Lisboa, Berlín o Ámsterdam.
Proteger a los residentes originales, con subsidios, beneficios fiscales y contratos justos.
Atraer inversión y talento, pero con reglas claras y compromiso con la comunidad.
Combatir los discursos de odio, con políticas públicas, educación y aplicación de la ley.
Fomentar el encuentro real entre culturas, con espacios mixtos, proyectos conjuntos y foros comunitarios.
Conclusión: urbanismo con justicia, no con miedo
La gentrificación es un proceso complejo que requiere análisis, regulación e inteligencia colectiva. La migración es parte de nuestra historia. La xenofobia, en cambio, es un síntoma de descomposición social que debemos frenar a tiempo.
Construir ciudades más justas no pasa por expulsar a nadie, sino por crear políticas urbanas que respeten el derecho a la ciudad, la diversidad y la dignidad humana.
México no debe elegir entre desarrollo y arraigo. Puede —y debe— tener ambos.
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