“Solo quiero volver a mover mis brazos”: Eric, sobreviviente de la explosión de pipa en Iztapalapa, pide ayuda a las autoridades

Alejandra Jiménez 10 octubre, 2025

A un mes de la explosión de una pipa de gas en el puente La Concordia, Eric, originario de Veracruz, vive con secuelas graves

 ©Especial - Un mes después de la explosión, Eric pide a las autoridades que la empresa de la pipa responda.

El 10 de septiembre, una pipa cargada con gas explotó en Vía La Concordia, provocando una tragedia que dejó 53 personas heridas y una víctima mortal. Entre los sobrevivientes está Eric, quien hoy libra otra batalla: la del dolor, la recuperación y la espera de justicia. En entrevista con N+, narra el calvario que enfrenta desde aquel día.

El día en que todo cambió: “Solo vi fuego por todos lados”

Era una mañana rutinaria para Eric, chofer de un camión de volteo. Transitaba por el distribuidor vial Vía La Concordia, en la alcaldía Iztapalapa, en la Ciudad de México, cuando una pipa con gas estalló repentinamente.

“Me bajé y vi unas llamaradas venir hacia mí. Ya no pude hacer nada, solo me agaché y el fuego entró completo a la cabina”, relató a N+, con la voz entrecortada.

El estallido provocó una reacción en cadena que alcanzó autos, camiones y casas cercanas. Decenas de personas resultaron lesionadas por las llamas y la onda expansiva.
Eric logró salir del vehículo envuelto en fuego. Corrió buscando ayuda, mientras su ropa se consumía. Vecinos y automovilistas lo auxiliaron con agua y refrescos, intentando apagar las llamas con lo que tenían a la mano.

“Gente que ni conozco me ayudó. Trajeron lo poco o lo mucho que podían. Gracias a eso sigo vivo”, cuenta.

Nueve días en el hospital, dos en terapia intensiva

Eric fue trasladado al Hospital General de Texcoco, donde permaneció nueve días hospitalizado, dos de ellos en terapia intensiva.
Los médicos diagnosticaron quemaduras de segundo grado en más del 20 % de su cuerpo, principalmente en brazos, torso y espalda.

A pesar de los pronósticos reservados, sobrevivió.

“Estoy bendecido porque Dios me permitió contarlo. Hay gente que no salió del hospital”.

Pero su recuperación ha sido dolorosa. Desde hace un mes, permanece inmóvil en una habitación improvisada en su casa, aislada con plásticos para evitar infecciones, con una cama hospitalaria y un colchón antillagas.

“Mi cuerpo está rechazando los parches artificiales. Ahora me harán injertos con mi propia piel. Cada movimiento me duele”, explica.

La vida entre el dolor, los gastos y la incertidumbre

Eric vive con su esposa, Elizabeth, y su hijo pequeño. Ambos cuidan de él las 24 horas. La familia renta una vivienda y enfrenta gastos médicos y de manutención que han agotado sus recursos.

“Tenemos gastos, rentamos, tenemos un niño… y no puedo trabajar. Todo esto deja secuelas, no sabemos si voy a quedar bien”, lamenta.

La rehabilitación tomará al menos seis meses, según los médicos, aunque advierten que la movilidad completa de sus brazos no podrá recuperarla.
“Lo que quiero es volver a trabajar, volver a ser útil. Me gustaría levantar otra vez mi empresa, si es que me esperan”, dice con esperanza.

Eric lleva un mes sin poder moverse. Su cuerpo ha comenzado a rechazar los parches artificiales y los médicos le informaron que deberán realizar injertos con su propia piel.

“Siento que la sangre se me baja, como si algo se fuera a reventar… pero sigo agradecido con Dios porque sigo vivo”, dice.

“Queremos que la empresa dé la cara”: sin respuesta ni apoyo

A un mes del accidente, Eric y otras víctimas no han recibido respuesta ni apoyo de la empresa dueña de la pipa que provocó la explosión.
Tampoco ha habido claridad sobre los avances en las investigaciones ni sobre una posible indemnización.

“La empresa no ha dicho nada. Tengo abogado, pero no hay noticias. Queremos que responda, que dé la cara. No pedimos más que justicia”, reclama.

La familia de Eric ha solicitado también apoyo a las autoridades estatales y municipales, pero aseguran que solo han recibido promesas.
“Nos dijeron que iban a ayudarnos con gastos, pero no ha llegado nada. Necesitamos atención médica continua y medicamentos que son muy caros”, detalla Elizabeth, su esposa.

Un mes de dolor y resistencia

Cada día es una prueba. Eric depende completamente de otros para comer, asearse y dormir. Los dolores son constantes y el calor de las heridas hace difícil incluso respirar.
Aun así, conserva la fe. “Dios me dio otra oportunidad. Sé que tengo que pasar por esto, pero quiero salir adelante”, afirma.

“Sí, te cambia la vida. Ya nada es igual. Pero mi meta es volver a abrazar a mi hijo sin miedo de hacerle daño con mis heridas”, confiesa.

La tragedia de Vía La Concordia: una herida abierta

El 10 de septiembre, una pipa que transportaba gas LP explotó en el distribuidor vial Vía La Concordia, en el oriente del Valle de México.
El siniestro dejó 53 personas lesionadas, 15 vehículos dañados y una persona fallecida, además de severos daños en estructuras aledañas.

El accidente generó críticas por la falta de supervisión en el transporte de materiales peligrosos, así como por la lentitud en la atención a las víctimas.
Hasta hoy, no se ha identificado públicamente a los responsables ni se ha confirmado el monto de los daños que deberán cubrir las aseguradoras o la empresa operadora.

Fe y justicia: las dos fuerzas que lo mantienen de pie

Mientras la investigación sigue su curso, Eric se aferra a la esperanza. Cada día repite una oración antes de dormir. “Le pido a Dios que me deje volver a trabajar, que me quite este dolor. Pero también le pido justicia, que esto no quede en el olvido”.

A pesar del cansancio, no pierde la fe. “Estoy vivo, y eso ya es un milagro”, dice con una sonrisa apenas visible entre las cicatrices.

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