De la Matanza de Tlatelolco a Ayotzinapa: medio siglo de represión en México que sigue impune
Del 68 a la “verdad histórica”: cómo se repite el patrón de represión contra estudiantes y grupos organizados en México

El 2 de octubre de 1968 quedó marcado en la memoria colectiva como la Matanza de Tlatelolco Y como el día en que el Estado mexicano mostró su rostro más autoritario. El Ejército abrió fuego contra estudiantes y civiles en la Plaza de las Tres Culturas.
Las demandas eran simples: libertad democrática y cese a la represión. El saldo, oculto y minimizado por décadas, fue de cientos de muertos y desaparecidos. El mensaje fue claro: la juventud organizada era vista como amenaza.
Más de medio siglo después, los ecos de esa represión resuenan en casos como El Halconazo (1971) Ayotzinapa (2014) y Nochixtlán (2016). Todos ellos revelan un mismo patrón: el uso de la fuerza del Estado contra estudiantes, maestros y comunidades, la criminalización de la protesta, el ocultamiento de la verdad y la impunidad.

Lo que siguió...
Tres años después, el 10 de junio de 1971, la historia se repitió con otro nombre y con la misma sangre: El Halconazo. Estudiantes marchaban en apoyo a la Universidad Autónoma de Nuevo León y en oposición al gobierno de Luis Echeverría Álvarez, cuando fueron emboscados por Los Halcones, un grupo paramilitar entrenado y financiado desde el propio gobierno. Decenas de jóvenes fueron asesinados a plena luz del día en las calles de la Ciudad de México. Al igual que en Tlatelolco, nunca hubo justicia.
Ambos hechos consolidaron una política sistemática de criminalización de la protesta estudiantil, donde los jóvenes eran tachados de agitadores, comunistas o traidores, legitimando así la violencia de Estado.
Décadas más tarde, el 19 de junio de 2016, la represión se trasladó a Oaxaca durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. En Nochixtlán, policías federales y estatales abrieron fuego contra un bloqueo magisterial y comunitario. Ocho personas murieron y más de cien resultaron heridas. Aunque ya no eran los años del autoritarismo priista clásico, el patrón fue idéntico: deslegitimar la protesta, acusar de violentos a los manifestantes, usar la fuerza letal y luego manipular la versión oficial.
Paralelismos entre Tlatelolco y Halconazo
1. Juventud organizada como “enemigo interno”
1968: El gobierno de Gustavo Díaz Ordaz veía al movimiento estudiantil como una amenaza comunista en el marco de la Guerra Fría y los Juegos Olímpicos.
1971: Bajo la presidencia de Luis Echeverría, los estudiantes que apoyaban a la Universidad Autónoma de Nuevo León fueron tratados como agitadores que “desestabilizaban” al país.
En ambos casos, los jóvenes fueron convertidos en el blanco de la represión estatal.
2. Uso de fuerzas estatales y grupos armados
1968: El Ejército y el Batallón Olimpia dispararon contra civiles en la Plaza de las Tres Culturas.
1971: El grupo paramilitar Los Halcones, financiado y entrenado por el gobierno capitalino, atacó brutalmente la manifestación estudiantil.
El Estado utilizó tanto al Ejército como a cuerpos clandestinos para sofocar la disidencia.

3. Criminalización de la protesta
1968: Los estudiantes fueron acusados de ser “comunistas” y “enemigos de la patria”.
1971: Se insistió en que los manifestantes eran violentos y estaban manipulados por intereses extranjeros.
Se repite la estrategia de justificar la represión con el discurso de “enemigos del orden social”.
4. Impunidad sistemática
1968: No se juzgó a los responsables políticos ni militares de la masacre.
1971: Nunca se castigó a los jefes políticos que dieron la orden de activar a Los Halcones.
En ambos casos, la impunidad se convirtió en política de Estado.
5. Ocultamiento y manipulación mediática
1968: El gobierno minimizó el número de muertos y controló la prensa.
1971: Se negó oficialmente la existencia de Los Halcones y se buscó invisibilizar la masacre en los medios.
Estrategia común: negar los hechos y construir una versión oficial que exonere al poder.

Paralelismos entre Tlatelolco y Nochixtlán
Uso desproporcionado de la fuerza
1968: el Ejército disparó contra estudiantes y civiles desarmados en la Plaza de las Tres Culturas.
2016: la Policía Federal y Estatal abrió fuego contra maestros y pobladores de Nochixtlán, dejando muertos y decenas de heridos.
Criminalización de la protesta
1968: el movimiento estudiantil fue acusado de “subversivo” y ligado al comunismo.
2016: la CNTE fue tachada de “violenta” y de “obstaculizar reformas” para justificar el operativo.
Juventud como blanco
1968: la mayoría de las víctimas fueron jóvenes estudiantes.
2016: los caídos eran sobre todo jóvenes pobladores y estudiantes que defendían el derecho a protestar.
Ocultamiento oficial y manipulación mediática
1968: el gobierno de Díaz Ordaz ocultó el número real de muertos.
2016: se intentó minimizar la tragedia y culpar a los manifestantes de portar armas.
Impunidad como constante
A más de 50 años de Tlatelolco no hay justicia.
A casi una década de Nochixtlán, tampoco hay responsables condenados.
Memoria colectiva como resistencia
Tlatelolco se convirtió en símbolo de lucha contra el autoritarismo.
Nochixtlán se sumó a la cadena de agravios que marcan la relación entre Estado y sociedad civil.

Paralelismos entre Tlatelolco y Ayotzinapa
Juventud como blanco: en 1968 los estudiantes; en 2014, los normalistas de Ayotzinapa.
Uso de la fuerza del Estado: en ambos casos participaron policías y militares contra civiles.
Encubrimiento oficial: Díaz Ordaz negó la masacre; Peña Nieto construyó la “verdad histórica”.
Criminalización de las víctimas: tachados de “agitadores” en 1968 y de “infiltrados del narco” en 2014.
Impunidad prolongada: sin justicia en ambos casos.
Memoria y resistencia social: Tlatelolco como símbolo del autoritarismo, Ayotzinapa como bandera contra la desaparición forzada.
Diferencias clave
Contexto histórico: 1968, Guerra Fría y autoritarismo priista; 2014, guerra contra el narco y crisis de derechos humanos.
Naturaleza de la violencia: en Tlatelolco, una masacre visible en un día; en Ayotzinapa, una desaparición forzada prolongada.

Tlatelolco, El Halconazo, Ayotzinapa y Nochixtlán no son hechos aislados, sino capítulos de una misma historia: la violencia de Estado contra juventudes críticas, pobres y organizadas. Casos donde el aparato de seguridad y el poder político se alían para reprimir, encubrir y culpar a las víctimas.
Sin embargo, también son símbolos de resistencia: la memoria de las víctimas, sostenida por familiares, movimientos sociales y comunidades enteras, ha mantenido viva la exigencia de verdad y justicia en México.
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